Epistolario Familiar

Mi querida Anita,

 

Te extraño un montón. Estos dos últimos años sin verte han sido muy difíciles para mi. Estoy en un momento decisivo en mi vida y lo que más quiero en el mundo es poder tenerte a mi lado, aconsejándome. Las videollamadas que hacemos por WhatsApp achican las mil millas que hay entre nosotros, pero al colgar, la distancia reaparece. Además, cuando te llamo, solo hablo con una mitad de tu cara porque no sabes aguantar bien el teléfono. 

Me entristece saber que, aunque lo hicimos todo bien, no puedas regresar a visitarme. Tengo una inmensurable frustración con los Estados Unidos por no permitirte entrar al país, a pesar de ser la persona más bondadosa que conozco. También me enfurece que, cuando se presentó la oportunidad, decidistes quedarte en Cuba en vez de venir a vivir conmigo. Aunque entiendo y respeto el no querer dejar solo a tu sobrino, no supero mi egoísmo. 

 

Tu apoyo incondicional me ha fortalecido durante mis momentos más difíciles; eres mi luz guía entre toda la oscuridad. Me enseñaste la importancia de ser respetuoso, altruista, y empático, pero también a abogar por mis intereses y perseguir mis sueños. Aunque hayas crecido en una sociedad machista y seas de otra generación, siempre me has aceptado y querido con todo el corazón.  

 

No te voy a decir que nos veremos pronto, porque eso te lo vengo diciendo desde hace 2 años. Lo que sí te prometo es que en el momento en que se me dé la oportunidad, serás la primera persona a la cual visitaré. Anita de mi corazón, confía en que todo pasa por alguna razón. Confía en que pronto estaré entre tus brazos. 

 

Besos miles,

 

Tu bebé •

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