Para Mi Abuela

Camelia Terraza

Querida Yaya, 

 

Hace dos años que no nos vemos.  En esos dos años aprendiste a usar el teclado de los emojis en tu teléfono, y ahora tus mensajes son más corazones y flores que palabras. Aquí te escribo lo que se pierde entre nuestros mensajes.

Sé que para vos, la alegría es nutrir a los que te rodean, con besos, con comida, pero también con lecciones y aprendizaje. Como maestra fuiste amada por tus alumnos, quienes florecieron bajo tu mirada tierna y dedicada. Para ellos has sido un modelo de ternura y confianza, siempre compasiva y esencial a su experiencia escolar. Estoy segura que tienes muchos estudiantes ya crecidos que,  al sentarse a estudiar con sus hijos, piensan en vos, imaginando tu peinado rojo y brillante, y les explican las tablas con la misma paciencia que les mostraste en tu aula. 

Me gusta imaginar que esos pequeños momentos compartidos de asombro, de emoción al descubrir algo nuevo, te dieron propósito cuando faltaba ternura en tu hogar, y cuando le faltaba justicia a tu gobierno. En momentos difíciles, pudiste dominar tu experiencia con el poder de la enseñanza y la compasión. 

Cuando tu carrera como maestra llegó a su fin, mantuviste la magia de la enseñanza con tus hijos y nietos, apoyando a Papi en sus estudios fuera del país, aconsejando a la Tia en su papel familiar, hasta cuidando y cocinando para tu bisnieto. Aunque nos reímos de tu recomendación de , “siempre llevar suéter,” y mandatos contradictorios en la cocina, tu aprobación siempre ha sido esencial. 

Siento el mismo dolor que vos de no haber estado juntos la mayor parte de mi infancia. El estar tan lejos nos separa, y me entristece saber que hay partes de mi vida que no conoces, que he cometido errores que no pudiste prevenir. Sé que yo también conozco muy poco de vos– los almuerzos regulares que has compartido con mis primas las han unido en una manera que nunca podré entender. De hecho, la mayoría de lo que sé de vos son historias que me han contado, porque cuando estamos juntas, solo me haces preguntas de mi. Espero cambiar eso. Pero lo que nuestra distancia no ha podido disminuir es tu don para enseñar– los dichos, lecciones, y caricias que me guían desde La Plata.

Este fin de semana tengo una fiesta, la primera en casi dos años. Pienso celebrar con baile y amigos, como me pediste, porque te dio pena pensar en mi enclaustro en casa. Aunque estarás lejos, y las fotos que te mandaré no serán lo mismo que estar juntas, espero que sientas esa misma alegría compartida cuando ves que en la mano, llevo un suéter.

 

Besos,

 

Tu sol divina,

Came •