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Inundaciones catastróficas en Brasil

Unas lluvias torrenciales han estado golpeando a Brasil por casi un mes. El estado brasileño de Rio Grande do Sul está sufriendo lo que las autoridades llaman el peor desastre de la historia del estado como resultado de inundaciones sin precedentes. Las inundaciones que siguieron a las lluvias fuertes que empezaron el 29 de abril han afectado a más de 2,3 millones de personas, han desplazado a más de 620.000 y han costado a las vidas de 169 personas hasta ahora. 

Al principio de mayo, las inundaciones enormes en Río Grande do Sul habían llegado a los titulares de todo el mundo. La situación en la capital del estado, Porto Alegre, es particularmente grave. El río Guaíba se ha elevado más de cinco metros por encima de su nivel normal, sumergiendo grandes partes de la ciudad. Según el Observatorio das Metrópoles, parte del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología de Brasil (INCT), este desastre es una crisis climática. Las zonas que tienen menos recursos, que contribuyen lo menos a las emisiones, han sido los más afectados. Muchos residentes de estas zonas no tienen agua potable y electricidad. Los civiles están utilizando barcos de pesca y motos de agua para rescatar a los supervivientes de la inundación y llevarlos a refugios. Están en gran medida respaldados por donaciones. 

Las inundaciones han perturbado significativamente la vida diaria, lo que ha llevado al cierre de escuelas, las principales carreteras, y aeropuertos. Muchas ciudades del estado siguen bajo el agua, con condiciones que conducen a un aumento de los casos de leptospirosis, una enfermedad transmitida a través del agua contaminada. El departamento de salud del estado ha avisado a los residentes del riesgo de enfermedades como la leptospirosis y la hepatitis A, insistiendo que las personas intenten evitar consumir agua o alimentos que podrían ser contaminados, dado que el agua de las inundaciones puede mezclarse con el desagüe. Los síntomas de la enfermedad incluyen fiebre, dolor muscular y náuseas seguidos de vómitos. Brasil vacuna a su población contra la hepatitis A, pero dada la magnitud de este problema, la advertencia es muy necesaria. 

Mientras que el sur de Brasil está tratando con estas graves inundaciones, los estados de São Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais están sufriendo con una ola de calor récord. Este contraste inmenso en los patrones climáticos se puede comparar a que todo el norte de Francia se inunde mientras Barcelona se ate con un calor de 40 °C/104 ° F. El clima extremo pone en relieve la necesidad urgente de estrategias sólidas de adaptación al clima. 

La respuesta de los gobiernos municipales, estatales y federales ha sido sustancial, pero se espera que el camino hacia la recuperación lleve meses o incluso años. Más del 90 % de los 497 municipios de Rio Grande do Sul han estado afectados, con 418 declarando un estado de emergencia. Rio Grande do Sul, hogar de 11 millones de personas (aproximadamente el doble de la población de Arizona), es una región agrícola vital. Sus campos son fértiles y han atraído históricamente a millones de inmigrantes, transformando al estado en un gigante agrícola. El estado produce el 70 % del arroz de Brasil y es el principal exportador mundial del tabaco. También es un productor importante de trigo, maíz, soja, ganado vacuno y celulosa, contribuyendo alrededor del 6% al PIB de Brasil. 

Sin embargo, las inundaciones han obstaculizado gravemente la producción de carne y la cosecha de arroz, maíz y soja. Los silos (una estructura en la que se guarda comida seca) de alimentos han sido afectados y la infraestructura crítica, incluido el acceso al puerto de Río Grande, ha estado afectado. El impacto económico todavía se está evaluando, pero las estimaciones tempranas sugieren que el 94 % de la actividad económica en las regiones afectadas, que albergan el 95 % de las industrias del estado, se van a ver interrumpidos. El sindicato del sector industrial, Fiergs, ha solicitado ayuda federal de 100 mil millones de reales (alrededor de 20 mil millones de dólares). 

Los meteorólogos e ingenieros de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS) advierten que los niveles de agua podrían estabilizarse o seguir aumentando si se producen lluvias adicionales. Según las comparaciones históricas, el agua podría tardar un mes en retirarse por debajo de los niveles de inundación. La peor inundación anterior, en 1941, vio que los niveles de agua alcanzaron los 4,76 metros o alrededor de 15 pies. 

La causa de estos eventos climáticos extremos es el calentamiento de la atmósfera, que puede contener más agua y provocar la formación de nubes masivas y lluvias fuertes, similar a una esponja. Esta nueva realidad de lluvias intensas y sequías prolongadas en Brasil requiere una preparación urbana urgente. La crisis se hace aún más grave por el fracaso y malogro de las políticas gubernamentales en la prevención de desastres. Además, la zonificación ecológica y los recursos son insuficientes, y el desmantelamiento de la legislación ambiental ha reducido la resistencia del país a los choques climáticos. Sin embargo, es obvio que Brasil no es el único culpable; el cambio climático global es ante todo impulsado por las emisiones de unas pocas naciones ricas. En general, la culpa es de todo el mundo, al fin y al cabo somos todos los que hemos causado tanta destrucción. Más que otros, pero al igual que todos. 

A lo largo, las inundaciones en Rio Grande do Sul son un aviso de la necesidad urgente de una acción climática integral. El desastre ha expuesto las vulnerabilidades en la infraestructura y la gobernanza de Brasil, pero también presenta una oportunidad para reconstruir mejor y de manera más resistente. Al adoptar prácticas sostenibles y mejorar la preparación para desastres, Brasil puede proteger mejor a sus ciudadanos y al medio ambiente de futuros desastres relacionados con el clima.

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